domingo, 22 de agosto de 2010

Carlota dejó de comer cuando Hans se fue. Eran las tres de la tarde y ella había preparado una comida para dos. Con tarta incluida. A él le encantaría ese vestido verde que se había comprado en el pueblo. A las tres y media la salsa de la carne, ya fría, formaba lagos en sus ojos. A las cinco, a Carlota se le clavó la espera en los huesos y se levantó. Entonces, mientras se quitaba el vestido, fue cuando vio el sobre blanco sobre la colcha de raso. -Lo siento, ya no te amo. Seis palabras. Las contó. Seis palabras separadas por un espacio, por un sollozo. Carlota se volvió a poner el vestido verde. Volvió al salón y cogió los platos, los tenedores y la ensalada. Con todo, se hizo un moño de futuro muerto. Pero, como el peinado le pareció pobre, se arrancó –para adornarlo– el corazón. Total, ya se le había secado. www.yolandasaenzdetejada.com -Es fácil -me dijo mirando hacia arriba, hacia ese lugar donde vivían sus rizos negros de futuro- -Sólo has de atrapar un sueño con los labios y luego lo envuelves en un mechón, del grosor de un suspiro. Eso sí, si el sueño es pobre, no te vale. Luego, con unas ramas de baobab, los sujetas y, cuando hayas terminado, lo envuelves todo en un pañuelo rojo, como si tu cerebro fuera un campo de amapolas. Y yo la miré, tan hermosa y tan de aire, mirándome fijamente mientras ambas seguro que pensábamos: -Algunas mujeres qué raras son… yolandasaenzdetejada -Abrázame -me dijo Namia mirándome desde su tierra revuelta. -Me han pisado -siguió hablando sin que yo le preguntara. Y la abracé, a esa niñamujer que apenas conocía, que había llegado a mi hospital instalado en mitad de un pueblo de la nada. A ese cachorro que si no llega a huir de su familia, hubiera muerto de pena y de dolor. En África, los padres y los tíos violan a sus hijas y sobrinas. Luego, así muy tranquilamente, les dicen que ha sido un mal sueño. En Europa ocurre igual pero la pesadilla es real. Es por eso que las mujeres hablamos el mismo idioma aunque no tengamos la misma lengua. yolandasaenzdetejada -Nua, no llores. -No lloro -le respondió ella con la cara llena de mar. Y su madre la miró desde su pena, con los labios sellados. Apretándolos mucho para que esa cascada de palabras que llevaba dentro no saliera a borbotones. Un día pasó. Eso de salir a borbotones todo de su boca. Y no paró hasta que se quedó vacía. Y llenó toda la choza de palabras, de ríos de frases protesta, de verbos inacabados como su futuro. De esperanza rota. Y pasó también que ese torrente de palabras llegó a las calles, manchando de verdad a las personas que paseaban tranquilamente con sus perros y sus sombreros. Pero ella no podía parar y el pueblo quedó anegado. Y luego las tuvo que recoger todas. Estuvo años barriendo el recuerdo para que no quedara ni una frase molesta. Y ahora está delante de Nua, su hija. Y tiene que apretar fuerte la mandíbula para que no vuelva a ocurrir. Casi oye crujir los huesos de su cara. Todo, por no decirle que han vuelto a echarlas de su casa esos, los que siempre las echan, los que llaman colonizadores. yolandasaenzdetejada Mineko aparece volando. Sus pies no rozan la tierra; ni siquiera aplastan la piel de sus dedos. Se acerca al cliente que la ha solicitado y lo mira con los labios pintados de un rojo sangre derramado en un campo blanco de arroz. -Recítame un poema -le dice el invitado. Y ella se gira sobre sí misma, afilando sus pestañas y moviendo sus manos como palomas enjauladas en una belleza que duele, sobre todo a mí, que recuerda cuando, hace diez años llegó a esta cárcel de oro. Su hermana, esa niña con la cara desordenada, no pasó de fregar suelos. -Eres muy hermosa, Mineko -le dice el visitante mientras se hincha como un pavo. Ella lo mira, arrestando el tiempo en sus ojos y clavando sin piedad en el corazón de ese hombre la necesidad enfermiza de acariciarla. Mineko, princesa entrenada para que la amen. yolandasaenzdetejada